Ir al contenido principal

Apostilla 4: Una computadora de papel.

Apostilla 4: Una computadora de papel.


De pronto, claro está, se entra sin querer en el terreno de las confesiones.
Informático de profesión y lector por vocación, me decidí a estudiar la carrera siete años después de saber que, de algún modo casi imposible e increíble, en un juego de cedés había sido ‘empaquetada’ la Patrologia Latina de Migne.
Supe también que existía algo llamado ‘internet’ y que la Universidad Autónoma de Zacatecas tenía acceso y utilizaba algunos recursos disponibles con esa herramienta. Alguien me contó una anécdota que involucraba a un docente de filosofía cuyo nombre no supe -nunca estudié en la UAZ y, de sus docentes quizá conocí sólo a un par- que pidió al responsable del acceso a internet que buscara e imprimiese para él, todo lo disponible sobre Aristóteles. ‘Es imposible’, fue la respuesta que recibió. Era el año del Señor de 1992.
‘Yo también quiero tener acceso a ese recurso’, pensé. Y así pasaron algunos años y varios vuelcos y giros imprevistos en mi vida, que me llevaron a comenzar una licenciatura en informática en septiembre de 1999.
En ese tiempo aún estaban en pañales algunos grandes recursos de los que he hablado en una apostilla anterior. Las grandes bibliotecas virtuales comenzaban a despegar y varios volúmenes que iban liberándose poco a poco eran óptimos para leerse e imprimirse como versiones netamente digitales, mas no como los sucedáneos que son prácticamente facsimilares digitales, es decir, escaneos en altísimas resoluciones para pantallas led.
Ese fue el tiempo, la época dorada de las ‘transcripciones’ y se buscaba simultáneamente un acceso rápido al recurso y un mínimo de confiabilidad –si era posible- en las fuentes responsables de colgar en la red de redes algún recurso para su consulta.
Entre estos sitios una biblioteca virtual que visité una y otra vez, y de donde descargué e imprimí ‘para mi uso personal’ varios capítulos de Bruno, Agrippa, Trithemius, fue la Twilit Grotto: Archives of Western Esoterica.
Entre el año 2000 y 2001 visité con asiduidad el centro de cómputo del Laredo Community College, que ofrecía servicio de internet gratuito y un máximo de 25 impresiones por usuario/sesión.
A ese servicio debo haberme hecho con los artículos y fragmentos de libros que mencioné, y que pude leer no ya sólo como páginas html, sino impresos en papel para su relectura posterior.
Así, además de tener acceso al texto formateado para su lectura en el ordenador, pude investigar al mismo tiempo cuestiones menos ‘académicas’ aunque relacionadas también con el abad esteganógrafo.
La comunicación con los ángeles, el envío de mensajes, la idea revolucionaria que implicaba esconder contenido dentro de otro contenido, todo aquello estaba adelantándose cinco siglos a su época, antes de poder validarse como algo práctico y como un método que daría seguridad y privacidad al usuario avezado y preocupado por la creciente invasión de las libertades individuales que sufrimos por igual, desde aquel once de septiembre del dos mil uno.
Las tareas de encriptado/desencriptado, los algoritmos necesarios para manejar aquella información y el resultado impreso en libros que requirieron un esfuerzo considerable antes de romper las últimas claves del tomo tercero, apenas en 1996, todo aquello supone la formulación inherente de una máquina capaz de realizar aquello de una manera automática. El abad no podía hablar de autómatas, le estaba vedado el paso desde lo netamente analógico hasta lo automatizado, y la labor manual de escribir las oraciones necesarias y buscar las alineaciones planetarias y la venia de las entidades angélicas, aquellas eran las herramientas y métodos con los que contaba para hacer ‘su trabajo’.
Sobre esto último, hay una abundante lista de referencias disponibles en internet. Basta con hacer una búsqueda con los nombres Thomas Ernst y Jim Reeds para hacerse una idea muy exacta del camino recorrido por los libros criptográficos y cierta duda que aún permanecen rondando en diferentes sitios, de si el resultado aparentemente ingenuo de la tarea de desencriptado de ese volumen tercero no será a su vez otra clave o un conocimiento encriptado con otra forma mucho más elaborada.
Ateniéndome a esto, al uso de algoritmos que echan mano de elaboradas tablas matemáticas, es que he podido hablar de computadoras estructuradas en papel. Aquellos libros, hoy superados en infinidad de aspectos, nos proporcionan una visión fresca y novedosa de un mundo al que era posible acercarse sólo con las precauciones debidas, esto es, con la presencia vigilante de las entidades angélicas y con un manejo diestro del lenguaje divino por excelencia: la matemática pura.

Francisco Arriaga.
México, Frontera Norte.
05 de noviembre de 2018.

Comentarios

Entradas populares de este blog

10 septiembre 2009

Latinoamérica: entre el humo y el licor Rafael Humberto Moreno-Durán escribió en 1994 un artículo extenso donde reseñó cierto encuentro internacional de escritores y en el cual resaltaron, hieráticos e inaccesibles, Juan Carlos Onetti y Juan Rulfo. Le puso por nombre ‘Lo que puede decirse en un ágape de esfinges’. La memoria de Moreno-Durán sobre dicho encuentro es de una viva y profunda admiración: escritores que no escriben, hierofantes profanos que beben toneles de licor, encuentro de escritores que a primera vista pareciera más un desencuentro. También nos ha quedado la reseña puntual e inmediata de otro escritor, poeta y novelista: Luis Antonio de Villena. Escribió un artículo que retrata igualmente ese episodio, resaltando curiosamente a Rulfo sin dejar de mencionar, claro está, a Onetti. En su caso, el artículo escrito llevó por título ‘Juan Rulfo y el mago silencio’, y apareció en el número 687 de los Cuadernos Hispanoamericanos, publicado en septiembre del 2007. Onetti y Rulf

16 julio 2009

Una isla sin tiempo Claroscuros barrocos En los primeros siglos de la Era Cristiana, Agustín, el santo obispo de Hipona, escribió ‘si no me lo preguntan, lo sé; si me lo preguntan, no lo sé’. Hablaba de la noción del ‘tiempo’ y la idea clara que podemos tener sobre este fenómeno físico y psicológico, tan simple que todo hombre puede opinar sobre el, y tan complejo que sólo unos pocos serán capaces de penetrar hasta sus más profundas causas, desenmarañando la increíble complejidad del problema mismo. En el Barroco Europeo, época donde se fragua la ciencia moderna y también estaban a punto de morir las grandes corrientes de pensamiento clásicas, –filosofía y cosmología aristotélico-tomista- la naturaleza del tiempo ofrecía a la vez un problema y un aliciente a las grandes potencias económicas: el insoluble y oscuro problema de las longitudes era visto como la solución a distintos problemas náuticos, y la solución automáticamente situaría a cualquier país que poseyera el secreto de la me

19 febrero 2020

Una pistola en el ombligo: Entre Sor Juana, Kahlo, Félix y Violetta R. Schmidt A Ana M. Márquez, lectora insobornable de discursos imposibles. Confieso que he leído Diablo guardián es una novela profética. Se redactó con un lenguaje visionario que poco tenía que hacer en el México de finales de los noventas, y aunque utilizó técnicas magistralmente desarrolladas que la anclan en ese último suspiro del siglo veinte, la novela en sí estuvo pensada para ser leída por otra generación, con otros ojos. A pesar de ello, Diablo guardián no es una ‘novela para todo público’. El lenguaje despreocupado, valemadrista de quien sabemos en las primeras páginas, es la hija de pelo detestablemente oscuro de un par de pránganas , es un lenguaje cuyo discurso y sintaxis escapan impunemente en el momento que osamos abrir la puerta para husmear en la historia que propone Xavier Velasco. Me he ayudado de unos y ceros para leer esta novela. Desde que la vi en los estantes hace qui